Desde los 14 años este hombre vivió el drama de haber entrado al infierno de las drogas cuando quiso ser aceptado por un grupo de La Vega , en Caracas
Félix Bejarano
William Yarit es muy conocido desde hace muchos años en Cariaco, sobre todo en el ámbito farmacéutico, al lado de su hermana y también como conductor de carritos por puesto de la Unión San Felipe transportando pasajeros hasta la ciudad de Cumaná.
Su apariencia actual es la de una persona robusta, pero hasta hace 12 años era delgado, dedos amarillentos, características de todo fumador empedernido y muy extrovertido, sin embargo detrás de él está la historia de un hombre que desde muy joven, niño aun, entró al infierno de las drogas por allá a comienzos de los años 70 en la ciudad de Caracas.
Su historia nos la cuenta sin menoscabo alguno, durante una actividad realizada por el equipo del Centro de Prevención Estudiantil (Ceprevee) en la sede del Hogar Parroquial de Cariaco, con escolares de la Escuela Bolivariana “Valentín Valiente” como una referencia que quizás pueda servir a aquellos jóvenes, sobre todo, que desorientados se encuentren próximos a acceder a un lugar donde entrar es muy fácil, pero salir es una tragedia con unas consecuencias devastadoras y que en muchos casos perturba al entorno familiar, quienes son a la final, los más afectados.
Cómo entraste al mundo de las drogas?
Cuando tenía 14 años estudiaba en el Liceo Pablo Acosta Ortiz y en vez de asistir a clases, me iba hasta la plaza Miranda, frente a las torres de El Silencio, alquilando una caja de limpia botas, pasando todo el día y al regresar a la casa le decía a mí mamá que estaba estudiando. Ese contacto con el dinero hizo que me dedicara posteriormente al comercio informal vendiendo carteras y otras cosas. Pero mi tragedia se inicia cuando buscaba la aceptación de un grupo de La Vega, yo vivía en el bloque 2. Eran muchachos que vestían bien, tenían buenas motos y andaban con muchachas y quería pertenecer a ellos. Fui aceptado y comencé fumando marihuana. Pero también prevaleció la actitud sobreprotectora de mi madre.
Cuando se me recriminaba por mi conducta trataba de bloquearme de la realidad; con la droga uno se vuelve extrovertido: canta, baila y cree que se siente bien. Consumir la marihuana ya no me estaba aislando y no me daba la tranquilidad que yo buscaba y fue cuando comencé con otras sustancias
Cómo cuáles?
La cocaína, el crack, la mándrax, unas cosas que llamaban ácido, hongo. O sea una diversidad de drogas.
Robaste alguna vez para comprar drogas.?
No. Pero una vez estábamos en La Vega y con el grupo donde yo estaba se había acabado el bazuko y no teníamos dinero, y algo que me marcó para siempre fue una golpiza que se le dio a un pobre hombre para quitarle dinero. Yo estuve como espectador pues tenía 16 años pero ese momento no se me ha olvidado jamás.
Me casé y durante mucho tiempo estuve trabajando como chofer cargando pasajeros hasta que me vine a Cariaco con mi hermana Leyda. Mi esposa con la que tengo 32 años de unión, se había venido antes, obstinada porque era insostenible la situación a mi lado. Aquí nada cambió, siempre seguía con el mismo ritmo de vida que llevaba en Caracas.
Cuantos hijos tienes?
Tengo tres, todas hembras. Mi hija mayor tiene 34. Uno de los factores que me llevó a salvar mi vida fueron ellas. En mis pocos momentos de lucidez pensaba: ¿cómo las tratarán sus amistades sabiendo que tienen un padre que está en ese estado. Me imaginaba que yo les daba pena a ellas como persona. Me veían y lloraban porque les di mala vida.
¿Cómo saliste de ese infierno?
Una sola vez lo decidí y lo logre. Todo como consecuencia de una crisis en la que duré casi 15 días consumiendo drogas, dentro de mi apartamento, ubicado en el bloque 4 de la urbanización El Tigre, que los habitantes habían abandonado por los daños ocasionados por el terremoto. Todos esos días los pasé encerrado y a mi hermana Leyda le avisaron. Cuando llegó me encontró casi al borde la muerte, tirado en el suelo en unas condiciones deplorables. Me sacó de ahí y me llevó a su casa adonde me aseó y cuidó. En ese momento le dije: ¡Mi hermana yo necesito ayuda! . Me ayudó a conseguir entrar a Hogares Crea y gracias a ella y a esa institución me recuperé.
Es fácil salir?
No es fácil, pero tampoco es difícil. En Hogares crea hay un slogan que dice: “no es para muchos, es para machos”.
Reincidirías otra vez?
¡Nunca!. Con lo bonito que es vivir y por lo que estoy haciendo por mí y por mi familia prefiero morir.
Que estás haciendo por los demás?
Actualmente me desempeño como colaborador de Cecoprode dando charlas en las escuelas y liceos del municipio. Estoy al frente de una fundación de enfermos renales, tratando de ayudar a esas personas. Miembro de la asociación de padres y representantes de la Escuela Fe y Alegría; asesoró en la Escuela Bolivariana “Valentín Valiente” en todo lo que se refiere a prevención. Alrededor de tres años tengo en esta actividad.
Una recomendación para los jóvenes?
Qué piensen en ellos ante todo. Y que los padres sean más amigos que padres, pues no es sólo comida y ropa, sino atención permanente en cuanto a sus amistades, a los riesgos que hoy se viven